El arte de perdonar
- Erica Dengel
- 20 ene 2018
- 4 Min. de lectura
Te puedo decir fácilmente que perdonar es una de las cosas más difíciles que podamos hacer. ¿Por qué? No te va a gustar la respuesta pero es la cruda verdad. Porque tenemos el ego del tamaño del Burj Khalifa y porque soltamos el "control" imaginario que sentimos tener de la situación. Somos capaces de dejar pasar años y de seguir alimentando el rencor con tal de sacarle la vuelta a perdonar a alguien o pedir perdón.
Si se trata de perdonar a otra persona, no es tan difícil como lo hacemos creer. Te hayan puesto el cuerno o abandonado, copiado tu trabajo, hablado mal de ti, volteado la cara, despedido, robado, y mil cosas más.. todo eso tiene algo en común. Son acciones de otras personas, no tuyas. Tu no tuviste el control de que te hayan hecho algo malo, pero si tienes el control de qué tanto permites que te afecte y por cuánto tiempo. No puedo decirte que se te resbale todo. Imposible, no somos robots. Pero no entiendo como podemos llevar la basura de otra persona tanto tiempo en nuestros brazos. Perdonar no es cosa fácil. No se trata de aceptar una disculpa o decir fácilmente "te perdono". Tampoco se trata de olvidar que te causaron daño porque ese dolor que sientes cuando alguien te traiciona o lastima es real. Es igual que si fuera un dolor físico, está más que comprobado. Perdonar no es nada más que aceptar.
Así como tu sabes que no eres perfecto, recuerda que la otra persona tampoco lo es. Entre más vas creciendo, más te das cuenta en lo equivocado que estabas hace algunos años y es completamente normal porque somos seres en constante cambio y adaptación. Todos la regamos en decir o hacer algo que no debimos de haber hecho de vez en cuando, pero recordar que las otras personas también lo hacen es aceptar esas fallas y errores en los demás y esto es demasiado liberador a la hora de perdonar. La regamos pero estamos dispuestos a arreglarlo o hacer algo al respecto. Punto.
No tenemos el control de NADA en este mundo. Ni siquiera de lo que le pasa a tu propio cuerpo. ¿Cómo esperamos tener el control de lo que otra persona hace o de sus intenciones? ¿Cuántas veces no hemos querido regresar el tiempo justo antes de ese momento para evitar una situación? Los accidentes pasan. Las tragedias pasan y son más comunes de lo que crees. Pero no podemos arrastrar toneladas de resentimiento o ira a donde vayamos porque no tiene caso. No nos sirve de nada querer regresar el tiempo, pensar en los hubiera o planear venganzas. Todo ese veneno ajeno o hasta propio que nos adueñamos y lo convertimos en nuestro tercer apellido es completamente inútil y peligroso.
Tenemos que aceptar que la gente la riega y no podemos hacer nada al respecto. Aceptar que ni tu ni yo somos perfectos, ni jamás lo seremos. Que el mal trago que nos haya quedado de una traición no nos envenene la capacidad que tiene nuestro corazón para perdonar. Es muy fácil hacer la vista gorda a los errores de otras personas y se nos olvida que nosotros también somos humanos. Es cuestión de hacer a un lado el ego. No sólo por la otra persona pero también por tu bien.
Perdonarnos a nosotros mismos es igual de difícil que perdonar a alguien más. Nos cuesta más dejar ir nuestros propios errores. Preferimos cargar con ellos y convertirlos en arrepentimientos acumulados en nuestra vida, castigándonos por demasiado tiempo. Nos privamos de confiar en otras personas, de abrirnos mental, espiritual y emocionalmente por miedo a fracasar o perder otra vez. Nos privamos de nuevas oportunidades por ese autosabotaje que tanto nos encanta pero tanto nos limita a nuestra zona de confort por miedo a perder el control, control que nunca tuviste en primer lugar.
Deja de pensar que eres el único en el mundo que la riega. Deja de pensar que eres el único al que lastiman.
Tu mente, corazón y alma tienen el poder de perdonar a su ritmo y tiempo si tan solo los dejaras. No existen los hubiera, no existe regresar en el tiempo y no existe ese espejo que ponemos a los demás para siempre recordarles el daño que hicieron pero que no te atreves a verte en el. No limites ese gran poder de soltar lo malo. Porque sí podemos, es así de fácil.
No estoy diciendo que te dejes pisotear, nunca hagas eso. Yo también he tenido mis retos a la hora de perdonar. Soy una persona muy sensible que tiende a tomarse todo personal, pero ¿De qué me ha servido llevar todo ese rencor? En escribirles esta entrada, pero también en ser yo misma, sin fingir que no me lastiman o que nada se me olvida. Todo eso me ayudó a ser más tolerante con otras personas y conmigo misma, pero sobre todo me ayudó a crecer.
No te va a servir de nada culpar a alguien para siempre. No te va a servir de nada recordarte ese daño y sentir auto compasión por ti. Dirige esa compasión a la otra persona y vas a perdonar de verdad. Ponte en el lugar de los demás. Deja ir los errores de otras personas. Deja ir tus propios errores, son parte de la experiencia de la vida (toma acción y responsabilizate, pero al final déjalos ir). No colecciones resentimientos, rencores, ofensas. Todo lo que te haga peso en el alma, suéltalo. El tiempo cura heridas, pero el corazón también si lo dejamos trabajar sin ponerle reglas.
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