top of page

Demasiado culpables o demasiado inocentes

Qué horror haber llegado al punto de que ya no se haga raro escuchar de un feminicidio, de secuestros en Ubers a mujeres, de extraños en un vehículo siguiendo a una mujer caminando, de mujeres de todas las edades siendo violadas… son noticia de todos los días y aun así, cuando perdimos cualquier pizca de paciencia y esperanza por justicia y salimos a protestar la gente se queja:


“Así no se hace”, “No me representan violentas”, “Estoy de acuerdo, pero…”, “Llegaron a extremos”, “Feminazis”, etc.


Nadie dijo que lo estamos pidiendo por favor. No vamos a pedir permiso por vivir ni tu aprobación al luchar por nuestros derechos. Si nuestras vidas por ser mujer no son pacíficas, ¿por qué esperan que nuestras protestas lo sean? No cuando gobierna la injusticia, la violencia y el miedo en nuestras vidas. No lo estamos pidiendo, lo estamos exigiendo.


¿Te suena pacífico esas noticias que ves todos los días? ¿Te suena pacífico tener miedo cuando vas a caminar, hacer ejercicio, ir a trabajar o regresar a tu casa? ¿Te suena pacífico tener que pensar quién te va a acompañar a alguna parte porque sola sabes que valiste cuete? ¿Te suena pacífico dejar de hacer algo porque te acosan? ¿Suena pacífico que te chiflen, te griten cosas, te vean lascivamente, o te toquen sin tu permiso, todo en una caminada? No creo.


Si mi voz no suena lo suficientemente alto para que se escuche el hambre por una vida más segura, mis acciones lo harán. Desde chiquita mis papás me dijeron: “Si un extraño te trata de llevar, tocar o hacer algo indebido, grita lo más fuerte que puedas, grita y si eso no funciona patalea, pega, tira lo que esté a tu alcance, lastima todo lo que puedas.” Llegó el momento de patalear. Llegó el momento de rayar, de quebrar, de quemar antes de que sea más tarde de lo que ya es. Cuando vi la marcha de CDMX el viernes 16 de agosto, inmediatamente pensé: que rayen todas las paredes en blanco y se vean todos los nombres de las mujeres que nunca regresaron a casa, que arda, que nos escuchen, que se pongan en nuestro lugar. ¿Es normal pensar así? No, pero así lo lleva la desesperación y frustración de que no se esté haciendo justicia, de que siempre seamos un blanco en movimiento. Siempre seremos demasiado inocentes o demasiado culpables para los ojos de los que no están dispuestos a luchar, o peor aún, para los que son capaces de dañar. Así se ve la desesperación de las miradas que están en nosotras y ninguna en la acción del hombre o en la de los políticos, porque el no hacer nada es igual de peligroso y culpable que hacer algo.


Yo solo sé que si mi hermana, abuela, primas, amigas, alumnas o conocidas fueran las afectadas o fueran las que no regresaron a casa, que arda Troya. Lo más feo es que probablemente alguna de ellas tenga su historia de abuso o acoso (me incluyo), probablemente ellas estuvieron cerca de no regresar. No, señores. No más. Calladitas no nos vemos más bonitas, calladitas nos vemos muertas, pero mientras esté viva que se escuche mi voz hasta el otro lado del país. Que llegue al poder a crear leyes para nuestra seguridad y para la justicia por violaciones y feminicidios, pero que no se quede ahí, que se aprueben y tiemblen antes de ponernos un dedo encima. Yo no fui a ninguna protesta porque me dio miedo en mi “pequeña” ciudad (la ironía), pero hablo en plural porque ellas sí me representan, porque si hubiera sido yo la que no regresó a casa esperaría que hicieran lo mismo por mí, y porque no me voy a quedar esperando a que sea una de mis seres queridos y caiga cerca para actuar, no más.

.

No se vale, no es justo y no me voy a quedar con los brazos cruzados por cosas materiales o por conveniencia de terceros. Si mi voz no se escucha mis acciones lo harán. Griten y luchen porque nadie más lo hará por nosotras.

Comments


erica dengel

¡Suscríbete al blog!

Entérate de las nuevas entradas.

  • Instagram

© 2019 por Erica Dengel. Todos los derechos reservados.

bottom of page